Un lugar no muy conocido pero al cual merece la pena mirar cuando nos planteamos qué hacer en Andalucía es la Cueva del Tesoro, en la provincia de Málaga. Pero, ¿qué la hace tan especial? ¿Por qué hablamos de un patrimonio natural único?
Quizás el aspecto más destacado de la Cueva del Tesoro, también llamada Cueva del Higuerón o Cueva del Suizo, es que hablamos de un espacio natural único en Europa. Se trata de una de las tres cuevas conocidas de origen submarino en el planeta y la única en el Viejo Continente, las otras se encuentran en México y en China.
Visualmente rápidamente llama nuestra atención por sus formas, sus estalactitas y sus pequeños lagos. Nada más bajar a sus galerías, notaremos el primer cambio en el aire y la temperatura, aunque esto repetirá al adentrarnos en algunas de sus laberínticas galerías.
Su origen se debe a la acción del oleaje y las corrientes, los cuales la fueron moldeando en tiempos en los que este lugar se encontraba bajo el nivel del mar. Más adelante emergería toda la zona de El Cantal, donde se ubica, dejando accesibles sus grutas, gargantas, columnas y techos catedralícios.
En su interior se han encontrado numerosas muestras de arte rupestre así como restos humanos y animales del Paleolítico y Edad del Bronce. En el Museo Arqueológico Nacional de Madrid se exponen varios de estos objetos tanto de cerámica como de silex, destacando una punta de flecha del Solutrense.
También ha sido considerada lugar de refugio, caso del romano Marco Craso, y de culto, lo cual se ve reflejado en la sala dedicada a la diosa Noctiluca, legendaria reina fenicia adorada por los antiguos pueblos mediterráneos.
Entre la historia y la leyenda al hablar de este lugar se relatan historias de un viejo tesoro escondido aquí por el almorávide Yusuf Ibn Tasufín, uno de los cinco reyes musulmanes, quien al verse acosado por las conquistas cristianas decidió esconder sus enormes riquezas en esta cueva allá por el siglo XII.
Historiadores como Manuel Laza Palacio incluso encontraron seis monedas de oro, lo que unido a ciertas referencias en textos antiguos dan verosimilitud a la posibilidad de que ese tesoro sea real, otra cosa diferente es encontrarlo...
Antonio de la Nari fue un investigador suizo del siglo XIX del que se puede decir que dedicó su vida a encontrar el tesoro, pues pasó más de treinta años en su búsqueda.
Escavó galerías y abrió pasos en su soñadora búsqueda de la historia tras la leyenda. Lamentablemente, falleció en 1847 cuando una de las explosiones provocadas acabó con su vida.
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